Home Edición 54 La Alianza Pacífico: por dónde se la mire es mal negocio para...

Alejandro Vélez Goyeneche, Vicepresidente Técnico de la SAC

El presente artículo del Vicepresidente Técnico de la  Sociedad de Agricultores de Colombia, hace evidente que desde distintos sectores de la producción nacional y del empresariado colombiano, se prenden las alarmas y se denuncian los efectos nocivos que para la economía nacional comporta la Alianza del Pacífico.  Deslinde

El irresistible tema de la Alianza Pacífico, el cual ha sido fuertemente rechazado por la Sociedad de Agricultores de Colombia (véase Revista Nacional de Agricultura, edición Julio-septiembre de 2013), por considerarla una iniciativa lesiva para el sector agropecuario y para el país, no me dejó otra alternativa que decir sí a la invitación de Deslinde de escribir un artículo para ser publicado en la revista, con el fin de plantear de manera personal algunas realidades de esta nefasta “Alianza” que en su concepción pareciera importante, pero en su realidad resulta un pésimo negocio para Colombia y para el sector agropecuario.

Al parecer, la Alianza Pacífico ha sido orientada por el Gobierno para desmontar de tajo todo mecanismo de defensa comercial, para negar por la vía del precedente las sensibilidades particulares de un sector como el agropecuario y para favorecer a los socios comerciales de la Alianza y los importadores nacionales, por encima de los intereses de país.

Un poco de contextualización histórica

Más allá de la visión del tema, algunos de quienes como el suscrito tuvimos la oportunidad de apreciar las actuaciones del Presidente Santos cuando ejerció como Ministro de Comercio, creemos que más que un interés comercial o político, existe un “tufillo vengativo” en todo el tema de Alianza Pacífico, dirigido a un sector que parece estar muy lejos de los afectos de la Casa de Nariño.

En efecto, cómo olvidar que en el año 1993/1994, fuera la Sociedad de Agricultores de Colombia, presidida en ese entonces por César De Hart Vengoechea, quien anunciara el retiro de su acompañamiento al Gobierno colombiano en el proceso de negociación del entonces denominado Grupo de los Tres o G-3 (conformado por Colombia,

México y Venezuela), ante la iniciativa del Ministro Santos de eliminar el tratamiento de sector sensible al agro e incluirlo en su totalidad en un programa de desgravación a 10 años, cuando el mismo Ministro en múltiples comunicaciones al sector y en declaraciones públicas había indicado la gran sensibilidad del sector agrícola, lo que justificaba su tratamiento especial.

El giro de 180° del ministro Santos frente al sector agropecuario se produjo, si no me falla la memoria, en la reunión de los Presidentes del G-3, celebrada en Trinidad y Tobago a finales de 1993 o inicio de 1994 (César Gaviria de Colombia, Carlos Salinas de Gortari de México y Ramón de J. Velazco, Presidente (e) de Venezuela a raíz del “caracazo” que destituyó al Presidente Carlos Andrés Pérez).

Ante el retiro del respaldo de la SAC al proceso comercial del G-3 se corría el riesgo de que otro grupo de sectores, bastante escépticos al proceso, tomaran el mismo camino institucional del Gremio Cúpula del sector agrícola y se fuera al traste la iniciativa, por lo que el Presidente Gaviria, dándose cuenta del exabrupto, ordenó que se reconocieran las sensibilidades del sector con lo cual no quedó otro camino al Ministro Santos que reconocer públicamente el despropósito y garantizar la consideración de la agricultura como sector sensible de la economía en las negociaciones comerciales, para que la SAC retornara al proceso.

A la postre “la voltereta” ministerial significó la sensata exclusión del acuerdo de aproximadamente el 34% de la lista o nómina de bienes arancelarios agropecuarios sensibles y liberación del restante 66% de productos.

Luego de ello, quedaba además sentado el precedente para tratar los productos agrícolas de manera similar con Chile, país con el que se negociaba una Zona de Libre Comercio de características similares a las del G-3.

“La iniciativa del desquite”

alianza

Lo primero que se puede decir es que la Alianza Pacífico, iniciativa original del peruano Alán García, se ha vendido en Colombia, como un paso favorable hacia una integración con el pacífico e incluso para apoyarnos en el TPP o Trans Pacífic Partnership o Comunidad Transpacífica que pretende, para supuesto interés y beneficio de los productores industriales de EE.UU. y sus aliados del Pacífico, generar un espacio comercial inmenso, pero dejando por fuera de él a China por ser este país un poderoso contendor comercial.

Nada más errado para Colombia que la anterior apreciación. Si se analizan, por ejemplo, los acuerdos suscritos por Chile o por Perú con Corea del Sur y se comparan por lo logrado por Colombia, logrado sin tener nada que ver con Alianza Pacífico, se podrá observar que mientras la negociación chilena o peruana logran alguna concesiones, Colombia logró, gracias a tener capital negociador, un acuerdo que sólo se supera en resultados por lo alcanzado por Estados Unidos. Incluso, el acuerdo Colombia está por encima de lo logrado por la Unión Europea con respecto a Corea del Sur.

Ahora, obtener resultados superiores en las negociaciones comerciales con Japón y con China se le dificultará mucho más a Colombia, en la medida que esos países pretenderán que Colombia se resigne o se conforme con recibir lo mismo que sus “eventuales” socios de Alianza Pacífico, que se venden con el pomposo calificativo de “proceso de integración profunda”.

¿Qué es Alianza Pacífico?… ¿proceso o acuerdo comercial?

En segundo lugar, se indica que Alianza Pacífico es un “Proceso” y no un acuerdo, cosa bastante falaz si se tiene en cuenta que pretende eliminar  los aranceles de bienes sensibles agropecuarios que deberían quedar excluidos del acuerdo por parte de Colombia, pues sólo generarán corrientes de comercio hacia el país, como lo demostrara la SAC en su trabajo técnico intitulado  “Sustento de las sensibilidades de 213 productos agropecuarios frente al comercio en el marco de Alianza Pacífico”.

Adicionalmente, el “proceso” en su parte comercial elimina de facto los mecanismos de defensa comercial como las salvaguardias, indispensables y legítimos instrumentos, que evitan que incrementos de las importaciones acaben o aniquilen ramas de la producción de alguno de los países involucrados.

Los tecnócratas dirán que esta aseveración no es cierta, pero la verdad es que por efecto de superposición de acuerdos Alianza Pacífico termina anulando, en la práctica, los instrumentos de defensa comercial que se tienen actualmente en los acuerdos bilaterales entre los 4 países.

Así las cosas, lo único que ha buscado el Gobierno colombiano es sentar un precedente regional para buscar la desregulación total del sector, para después replicarla en renegociaciones comerciales con otros socios. Para ello tiene como principales observadores países que “nada que ver con el pacífico” como Uruguay, con gran interés en exportar arroz a Colombia, entre otros ejemplos.

“Integración profunda”, más bien superficial, muy superficial…

No me resisto a replicar aquí unos apartes de lo escrito por mí recientemente sobre la supuesta profundidad del proceso de Alianza Pacífico, por considerar que de manera clara expone la parodia que este sentido ha querido montar el Gobierno de Colombia sobre el denominado “proceso de integración profunda”.

“El cliché de la “integración profunda” captó la atención de algunos de sus colegas quienes al parecer no sabían muy bien qué quería

decir el mandatario peruano, hasta hoy nadie lo sabe a ciencia cierta, pues no parece aceptable que visas turísticas a México, 400 becas y un millón de dólares anuales de cooperación             pueden             considerarse algo profundo, sino algo bastante superficial.

Más extraño se vuelve este cuento de la integración profunda cuando desde el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, MINCIT, anuncian que los Gobiernos y sus Presidentes, probablemente con

loable visión del desarrollo de sus pueblos, han decidido crear un Fondo de Cooperación  de un millón de dólares anuales, para la mejora de sus países. El MERCOSUR, por ejemplo, tiene un Fondo de Cooperación de verdad con US$1.000 millones anuales y procesos como la Comunidad Andina de Naciones, CAN, tan poco vigorosa actualmente, crearon una banca multilateral de fomento para su desarrollo como la Corporación Andina de Fomento, CAF,  hoy Banco de Desarrollo de América Latina, que supera con creces los miles de millones de dólares.

En materia de visados y libre circulación el Gobierno dice que se logró un gran avance, puesto que México eliminó la expedición de visas turísticas a los ciudadanos de la Alianza Pacífico. Lo que no se cuenta es que la decisión mexicana no se trata de una decisión unilateral autónoma no obligatoria con respecto a la Alianza Pacífico en la que México, país que ha sido azotado recientemente por la violencia del narcotráfico, necesita mantener el turismo y que mejor manera de hacerlo que a través de la eliminación de visas de turista.”

Colombia-alianza-pacifico

Los tres párrafos anteriores, sólo sirven para ratificar algo que muchos se niegan a creer pero que es real… En países como el nuestro, los intereses políticos pasan por encima de los intereses de la nación y hoy los intereses económicos están orientados al parecer a generar transferencias espurias y selectivas a favor de los importadores de productos agropecuarios para afianzar su

posición dominante en el mercado y someter a discreción a los productores agropecuarios.

Por todo lo anterior, se debe dar un ¡no! rotundo a Alianza Pacífico.

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