Acuerdo Alianza Pacífico: otro golpe mortal al sector agropecuario de Bolívar
Leonardo David Jiménez Molinello, Investigador de Centro de Estudios del Trabajo (CEDETRABAJO) Capitulo Cartagena, agosto 13 de 2013
La discusión del acuerdo sobre la Alianza del Pacifico, regida por los lineamientos del libre comercio, coloca al descubierto las intenciones del gobierno colombiano de fortalecer el actual modelo de desarrollo económico. El objetivo de estas notas es aportar, desde la órbita regional, a la crítica de este acuerdo y en su conjunto a toda la política neoliberal del libre comercio. Deslinde
Modelo de desarrollo agropecuario en Bolívar
Con la aplicación de las políticas agrarias encuadradas en el libre comercio, en el departamento de Bolívar se trazaron un conjunto de políticas públicas, dentro de las cuales encontramos, como uno de los aspectos más notorios, la utilización ineficiente del suelo en actividades que no permiten desarrollar su potencialidad productiva. Según la última Encuesta Nacional Agropecuaria, el departamento tiene una superficie agropecuaria de más 1.495.440 hectáreas, con 27.564 unidades productoras, se están destinando a la ganadería extensiva más de 1.191.272 hectáreas, equivalentes al 77% del total del suelo. Se tienen destinadas más de 961.083 hectáreas, que representan el 69%, exclusivamente para pasto y forrajes, con el objetivo de satisfacer las necesidades alimenticias del inventario bovino departamental, que asciende 1.060.881 de cabezas.
Como agravante, más de 230.189 hectáreas, es decir el 21% del suelo, están completamente desarticuladas del circuito productivo agropecuario. Son simplemente maleza y rastrojos, mientras de otro lado existe una subutilización del suelo, que se expresa en la escasa participación de los cultivos agrícolas en el total de la superficie cultivada. En Bolívar, solamente están destinadas 130.289 hectáreas para la agricultura, con una participación del 8% del área general. Así mismo, del total de la franja cultivada, el 59% son cultivos de carácter permanente, mientras que solo el 38% de la superficie son cultivos transitorios de Pan Coger, es decir, los encargados de garantizar la soberanía y la seguridad alimentaria de los Bolivarenses.
Un estudio elaborado por el Instituto de Políticas Públicas Regionales y de Gobierno (IPREG) de la Universidad de Cartagena, muestra cómo en el contexto del actual esquema de desarrollo agrario del departamento, cultivos que eran de mucha relevancia, pierden cada vez más participación en su composición agrícola.
El frijol presenta una participación absolutamente ínfima. El área sembrada superaba las 17.374 hectáreas en 2002; en el 2008 cuenta únicamente con una superficie 3.655 hectáreas. El arroz secano mecanizado, presentaba una franja cultivada de 12.832 hectáreas, mientras que en el 2008 no supera las 10.732 hectáreas. Un cultivo esencial en la dieta básica alimentaria regional: el sorgo, que contaba con un área de 8.382 hectáreas en 1990, en la actualidad sólo tiene una superficie de 3.015 hectáreas.
Los cultivos permanentes tropicales en los que se vuelca la especialización productiva del sector, presentaron por el contrario, un alza desproporcionada. Según un estudio elaborado por la Secretaria de Agricultura1 de Bolívar en el 2012, en el área de desarrollo rural de los Montes de María se evidencia cómo la apuesta productiva del gobierno nacional y departamental está focalizada en estos cultivos, principalmente en el aguacate, cuya área corresponde al 18.16% de la cosechada en el país. Para el año 2007 presentaba 3.466 hectáreas, mientras que en el año 2010 reportó 3.921, creciendo 13,13%, con un rendimiento promedio de 9,42 Ton / Ha. El municipio con mayor área cultivada es el Carmen de Bolívar, con 3.260 hectáreas. Los mayores rendimientos se encuentran en Chalan (21 Ton/Ha) y San Jacinto (14 Ton / Ha). En palma de aceite para el 2009 se registraron 1.838 hectáreas cosechadas, mientras que para el 2010 fueron 3.250, representando el 1.14 % del área sembrada en el país con un rendimiento promedio de 4,09 Ton / Ha. El municipio de mayor cultivo es María la Baja con 3.200 hectáreas.
A pasos acelerados se está adecuado un modelo agrario en el departamento de Bolívar que tiene como característica la pérdida de su soberanía y seguridad alimentaria, concentrándose en lo que se conoce técnicamente como cultivos postres, acorde con las imposiciones de los grandes poderes mundiales.
En el agro bolivarense existe una estructura de concentración de la tierra absolutamente latifundista: 72 propietarios tienen 42 predios que superan las 555.428 hectáreas, mientras que en el otro extremo, se encuentran 6.240 propietarios con 5.776 predios, con una extensión de 1.566 hectáreas. En promedio, estos campesinos tienen propiedades rurales que ni siquiera alcanzan en sus dimensiones una hectárea, con el agravante de que existen municipios de Bolívar que superan con creces los niveles de concentración no solo en el ámbito regional sino incluso en el resto del país. El coeficiente de Gini muestra los índices de desigualdad departamental en materia de distribución de tierra: en el 2012 de 0,81. En municipios como el Guamo, este indicador fue de 0,58 en 2002 y en el 2009 de 0,84.
¿Qué vamos a exportar en el marco de la Alianza del Pacífico?
Según lo expresado por el ministro de comercio Sergio Díaz Granados en el diario la Republica2, lo único que se necesita para beneficiarse de estas opciones, por parte de los sectores productivos de las regiones (pensemos en el departamento de Bolívar), es asumir este reto con visión de emprendimiento e innovación e impulsar de inmediato procesos de reconversión productiva que viabilicen el aprovechamiento de las ventajas competitivas.
En el sector agropecuario, agrega, la estrategia consiste en focalizarse en bienes que sean altamente competitivos y cuya demanda esté garantizada por los mercados mundiales, lo cual propiciaría la conformación necesaria de un bloque común que favorezca la penetración de los mercados asiáticos, conquistándolos. Sin embargo, estos razonamientos carecen de fundamento material y lógico, al evaluar las proyecciones y énfasis productivos que tienen los socios estratégicos de este acuerdo, por ejemplo en el caso de México.
Un estudio elaborado por parte del Agricultural Food Center de la Universidad de Texas y la secretaria de Agricultura de México, denominado proyecciones del sector agropecuario en México entre 2009-2028, indicó que uno de los productos que más demanda tiene la nación azteca es el maíz. En la actualidad su consumo interno es de 30 millones de toneladas anuales y una superficie sembrada de 7.7 millones de hectáreas.
El maíz amarillo, es el ejemplo típico de los efectos negativos que genera abrazar las políticas de libre comercio. Estas medidas han ocasionado que este producto tenga, en México, un área sembrada de solo 437 mil hectáreas, con un consumo interno de 11.019 millones de toneladas, de los cuales, el consumo industrial fue de 2.487 millones de toneladas.
Del mismo modo, el consumo humano de maíz amarillo en México fue de 274 mil toneladas con una producción de 1.967 millones de toneladas, con importaciones de más de 8 millones de toneladas anuales. Esta nación está comprando en el exterior más del 80% del consumo del maíz amarillo. Frente a esta situación deficitaria que se da en México los defensores de este acuerdo señalan, cínicamente, que allí es donde existen las grandes posibilidades para el sector agrícola departamental.
Sin embargo, las condiciones productivas son las que dictaminan la oferta exportable. En esta materia, la realidad impone que no tenemos las más mínimas posibilidades, debido a que en el Departamento la superficie cultivada de maíz tecnificado -lo que facilita tener altos niveles de productividad- se disminuyó de 7.000 mil hectáreas a menos de 20 entre 1990 – 2011, con una producción que igualmente se redujo de 4.3 toneladas por hectárea en 2003 a 2,5 hectáreas en 2010.
Con los niveles de productividad de hoy y la superficie cultivada de este bien agropecuario, es evidente que el sector no cuenta con la oferta exportable necesaria y mucho menos con el respaldo oficial que se requiere para elevar los índices de productividad sectorial y poder competir de igual a igual con los Estados Unidos, que es el principal importador de maíz que tiene México, debido a las restricciones a la exportación de alimentos que adoptaron Japón y Corea del Sur desde 2003, anteriormente sus dos grandes abastecedores.
Otros de los grandes afectados con este acuerdo serán los porcicultores nacionales y departamentales, tal como lo ha expresado la Asociación Nacional de Porcicultores, que ha señalado con toda certeza la ruina de este sector si entra en vigencia este tratado.
Según un estudio desarrollado por Carlos Ronderos, titulado Consideraciones para la negociación sectores cárnicos y lácteos TLC Colombia – Korea, señala que en la actualidad la producción del país es de 280 mil toneladas, ya estamos importando de Estados Unidos más de 8.082 toneladas de carne de cerdo congelada. La producción norteamericana supera los 10 millones 187 mil toneladas, el segundo productor de carne de cerdo a nivel mundial y el segundo mayor exportador después de Alemania, con más de 2 millones 136 mil toneladas.
Al analizar la productividad de carne en México -actor fundamental de esta alianza- encontramos que cuenta con un inventario porcino de 31.500 millones de cabezas, con una producción de carne de 29.079 millones de toneladas y con unas exportaciones de 1.612 millones de toneladas.
Frente a esta situación productiva el agro departamental ¿podrá colocar sus productos pecuarios en los mercados asiáticos, cuando con la producción actual el país no ha vendido ni un gramo de carne en el exterior? y, ¿quién dice que Bolívar sí lo hará, cuando solamente del total de 280 mil toneladas que es la producción nacional, aportamos 119 toneladas?
Por último, desde el ámbito de la economía política de este acuerdo debemos señalar que la insistencia del Gobierno Nacional en este acuerdo como el más importante de América Latina en su historia, muestra que se constituye además, en una amenaza a los intentos de integración alternativos que han venido prosperando en Latinoamérica: Unasur, Can, Mercosur, Celac y Alba.