Home Cultura ENTREVISTA A PHÁNOR TERÁN

Phánor Terán es un destacado dramaturgo, director teatral y hombre de la cultura de la ciudad de Tunía (Cauca). En el reciente II Encuentro Cultural del Suroccidente que se realizó en esta acogedora población, entre el 28 de febrero y el 1 de marzo, fue anfitrión del mismo y brindó todas las facilidades a los participantes para que pudieran deliberar a plenitud. Como el centralismo absorbente del país no permite un amplio conocimiento de los trabajadores de la cultura y de los creadores de la provincia, DESLINDE, presenta a sus lectores a esta personalidad del arte, hombre democrático y de mente abierta. Su vida y su obra pueden ser enseñanza para todos. DESLINDE

 

DESLINDE. Nos gustaría que nuestros lectores conocieran más de cerca su vida y obra. ¿Quién es Phánor Terán? ¿Dónde nació? ¿Cómo fue la primera etapa de su vida?

PT. Gracias por la oportunidad. Actualmente, como desde hace 51 años estoy dedicado a la actividad teatral, ininterrumpidamente. Honor que cuesta, como dicen. Nací en Palmira, Valle del Cauca, en 1943. Por el lado femenino mi madre y mi abuela que me criaron, lo hicieron desempeñando una labor que era normal para las mujeres en aquellas épocas y en Palmira, obreras en las fábricas de tabaco. Por el lado masculino mi padre, era jornalero agrícola en el ingenio Manuelita. Mi nombre deriva de uno de los propietarios de ese ingenio: Phánor Eder.

Por tal razón, en casa había un espíritu que podría catalogarse como libre y liberal radical. Mi abuela y mi madre eran creyentes pero no devotas. Mi abuela por ejemplo solo asistía a misa en las peregrinaciones a las fiestas de San Roque en Agosto, en el vecino municipio de Güacarí. Y mi madre, era otro tanto. Mi padre, murió en un accidente de trabajo, cuando tenía yo doce años. Desde entonces, ellas asumieron la vida y milagros para sobrevivir, en la expansión de Palmira, en los años 50, más allá del límite natural de ese entonces que era la parte norte del río Palmira.

Estudié en las escuelas y colegio públicos, y aunque me catalogaban de inteligente nunca fui alguien destacado en el aprendizaje. A los once años, leí mis primeros libros; aquellos que en arranque democrático los propietarios de ingenios proporcionaron a sus trabajadores, descontándolos de la paga semanal: Fenimore Cooper, Alejandro Dumas, Eca de Queiroz y demás cosas que editaba Editorial Tor, Argentina. Por cosas de muchacho me relacioné con un zapatero que me inició en la lectura del Conde de Volney, Mirabeau, Diderot, Quesnay. Participé en las jornadas contra Rojas Pinilla, y en los corrillos me inicié en otras lecturas políticas: Marx, Bakunin  y demás.

Ejercí liderazgo en huelgas estudiantiles y me inscribí en la Facultad de Derecho de la universidad Libre de Bogotá; sin terminar mis estudios de derecho, regresé a Cali, para terminar en la licenciatura  de literatura e Idiomas

 

D. Cuéntenos cómo fue su vinculación a la cultura y particularmente al movimiento teatral.

PT. Pues, circunstancialmente una amiga, un tarde de esas insoportables de los domingos, me invitó a ver una obra de teatro en el Teatro Colón. Una comedia interpretada por Harry Gainer. Me entusiasmé más con el teatro que con la amiga. Nunca había visto teatro y ahora que recuerdo, escasamente creo haber visto los títeres de cachiporra en algún circo de esos que pasan por los pueblos, antes de que caiga un aguacero de los mil demonios.

Eso me hizo renunciar al derecho, volver a Cali, y buscar la forma de ver el Teatro Escuela de Cali (como se llamaba en ese entonces). Una tarde de domingo, que resultaba siempre lo más cercano al bolsillo de un estudiante arrancado, vi “Llegaron a una ciudad” de Priestley. Me dije entonces que eso era lo mío.

Afortunadamente habilitaron unas horas teatrales con Cayetano Luca de Tena, en la Universidad Santiago de Cali, quien se propuso (oh descalabro!) montar “Corrupción en el palacio de justicia” de Ugo Betti. No dio para más. No podía ser en un aula cualquiera, corriendo los pupitres para un señor acostumbrado a otras circunstancias. Presionada por la Ascun, la universidad hizo algún esfuerzo y nombró a Danilo Tenorio, a la sazón, actor y director, en el Teatro escuela de Cali.

D. ¿Cuáles fueron las principales experiencias de su trabajo en Cali y en otros lugares?

PT. Mi escuela, en sentido total, fue el teatro universitario, de la universidad Santiago de Cali, el Teusaca, que vive hoy, desgraciadamente, entierro de tercera. Con la mística de los años 60, el teatro era no solo un proyecto político, sino un proyecto de vida. Del teatro aficionado pasamos a un teatro semiprofesional, bastante riguroso como era el trabajo de Danilo. Puedo decirte que nuestro ensayo era diario, después de terminar las clases nocturnas, de 9 a 12 de la noche, para regresar a Palmira a esa hora.

Esa mística nos llevó a participar en los diferentes festivales universitarios, a ser galardonados, a ganar el I Festival Latinoamericano de Teatro Universitario en Manizales, el Festival del Teatro Colon, la representación en el Festival Mundial de Teatro Universitario en Nany, y gira por algunas ciudades de Europa y América donde por cosas del destino, tomé las riendas administrativas y teatrales de ese grupo, hasta regresar a Colombia.

Pero además no se trató únicamente del trabajo actoral sino de todo el espectro del quehacer teatral, desde habilitar un espacio para ensayar, hasta la gestión y el fracaso en la intermediación, cuando el movimiento teatral colombiano se atomizó. No es que fuera un gran actor (ni sombra de ello), pero era lo que se puede denominar “un hombre de teatro”. A más de que mantenía una actitud de liderazgo político en el mundo universitario.

De la experiencia del Teusaca, pasé a dirigir el Teatro de la universidad de Nariño, el Teunar, desde 1970, haciendo mis primeros logros individuales, en los festivales universitarios, y a mejorar mi formación dramatúrgica que había recibido crítica mordaz pero muy seria por parte de Santiago García y otros, que me llevaron a comprender aspectos todavía insospechados del lenguaje teatral.

Luego regresé a Cali, donde dirigí el teatro de la Universidad Libre, y poco después fundaría un teatro independiente “La Cuchilla”, donde realicé la primera obra que pudiera considerarse estructurada: Eulalia. Era el año de 1982.

Conjuntamente con diversas actividades culturales, algunas representativas, en 1989, editor, impresor, organizador de festivales, talleres internacionales y nacionales, fundé la primera librería especializada de teatro que sostuve hasta la crisis económica de 1994, no sin antes en compañía de Gloria Zea propiciar las primeras giras y contactos del Odin Teatret de Dinamarca, El Bread and Puppet de New York, Dario Fo, Franca Rame, el teatro Fronterizo y otros.

Desde 1996 hasta la presente, recogiendo una vieja idea de colaboración, me vine a realizar en Tunía, a menos costo que en las urbes, mi actividad y propicio una agrupación que desde 1984 ha tenido una actividad constante: Tunía teatro, edificando una sala para 100 espectadores, con los requerimientos básicos para la representación teatral y recorriendo buena parte de la geografía caucana

D. De sus obras teatrales, ¿cuál es la de mayor reconocimiento y cuál es la que usted destacaría más, y por qué? ¿Nos puede hacer un pequeño recuento de sus obras?

PT. Eulalia (1982) que ha sido montada en varios países (República Dominicana, Ecuador, Venezuela, España), Anautas (2009); Esa insondable quimera del adiós (2000) (traducida al alemán), montadas ambas en Austria; Cena de Cenizas (1994), primer premio autores vallecaucanos¸ Ana Carisina; Maromas, Adelita Ramírez, Los amantes de la jaula dorada, Episodios sobre la Tortura, Jovita Feijoo, Yeimy, Katy Uñas, el Sueño de las Naranjas, El basurero del Diablo, Esther la niña que no quería leer, etc. Ahora mismo, Mi-nera

D. ¿Mantiene algún contacto con los demás grupos teatrales y movimientos culturales del suroccidente de Colombia y del resto del país?

PT. La actividad teatral no solo depende de lo que uno hace, sino de una compleja y rica relación con los demás grupos, aficionados, semiprofesionales, profesionales, institucionales y comunitarios para fortalecer la expresión teatral, crear público, diversificar contenidos y expresiones, para consolidar espacios, para demandar del Estado pleno reconocimiento, apoyo y preservación.

Con base en ello, he venido promocionando la acción conjunta no solo social sino teatral de las agrupaciones existentes en esta área caucana. Hemos podido acordar realizar una actividad que denominamos: CAMPAMENTOS ITINERANTES. Unimos nuestros esfuerzos para ir en conjunto a las poblaciones, para familiarizar a las poblaciones con la actividad teatral tanto en la presentación de obras, como en el intercambio con otros saberes artísticos, con nuestro quehacer, con nuestra propia imagen, con nuestro contacto directo con las zonas rurales y urbanas, haciendo desfiles, exposiciones, performances, talleres, dinámicas. Entre el 11 y 14, grupos de Inzá, Silvia, Quizgó, Pitayó, Suarez, el macizo colombiano, Piendamó, Tunía, nos encontraremos en Inzá y giraremos en otras poblaciones aledañas: Belalcázar y Turminá.

Es una idea espontánea y acogida por todos. Buscamos la manera de transportarnos, hacemos camping, nos alimentamos colectivamente y nos apoyamos con las posibilidades escenotécnicas que poseemos.

También, edito digitalmente una hoja que se llama el Pasquín para controvertir sobre los temas culturales y para llamar la atención sobre la pobreza de la acción pública en el Cauca y para concitar voluntades sobre todo las muy difíciles de Popayán que padece una profunda xenofobia provincial. Sostengo columnas periodísticas en la emisora local Piendamó Stereo, y una nota de opinión en Piendanotas televisión que se retransmite en Popayán.

Hay que persistir como dijera el presidente de marras hasta el último segundo

D. ¿Qué lo llevó a decidir establecerse en Tunía y cuáles actividades realiza allí? Háblenos de la creación del salón cultural “José María Vivas Balcázar”, el grupo teatral que usted dirige y el periódico Proclama del Cauca; igualmente, de las giras que realiza regularmente por los diversos municipios del Cauca.

PT. Lo de Tunía, no es arbitrario. Ya en 1985, estando en la junta Departamental de Cultura del Valle, nos solicitaron cooperar con este pequeño poblado. Vinimos y alentamos la conformación de una actividad permanente. Una vieja escuela, que estaba abandonada con sus fantasmas vivos, nos sirvió para entusiasmar la idea de una Casa de la cultura, con una biblioteca y un espacio teatral. Con esfuerzo semanal, construí el escenario y con ayuda de los vecinos, en diciembre de ese año, teníamos grupo de teatro y una pequeña biblioteca que hoy tiene 14000 volúmenes. Y estamos en la mira de poder levantar bibliotecas, unas seis, en las veredas.

Compromisos internacionales, de hacer incursión en la impresión de libros, alguna actividad en la consolidación de la Gerencia Cultural del Valle, me distanciaron por cerca de 15 años de Tunía. Volví en 1986, y reavive la iniciativa que estaba un poco alicaída. También me venía de perlas para continuar con menores costos mi actividad que en Cali, por efecto de la crisis de los 90, se hacía insostenible. Y casi completo 20 años con una actividad permanente tanto en lo teatral como en lo cultural.

El año pasado, 2014, logramos realizar 46 funciones y tener en repertorio una decena de obras (desde títeres hasta dramas y comedias así como obras de interés social). Contamos con un equipamiento que nos permite ubicarnos en los espacios más disímiles y una voluntad y disciplina para acometer esa labor.

Todavía no llegamos a la costa pacífica pero hay que perseverar. Nos interesa la actividad sobre todo en las zonas rurales, habiendo visitado resguardos indígenas, comunidades afro, que llaman, campesinos y público urbano y de aquel que llaman culto en la capital, donde por igual hemos ido a los asentamientos urbanos. En Villa Florida, por ejemplo, hemos propiciado la creación de una biblioteca comunitaria e incentivar a jóvenes para su trabajo social allí. Es mucho lo que hay por hacer.

Creo que es lo mínimo que se debe hacer en honor a su profesión.

Así como realizo actividades de opinión local, también lo hago a nivel regional en especial a través del periódico impreso y digital “Proclama del Cauca” de la vecina Santander de Quilichao. Es una continuación de una actividad que hacía con “Lentejas viudas” en la internet, y de la actividad difusora de un periódico local “Tunía siglo XXI”, que va para su edición 53. En general, el asunto cultural, no se debate ni en lo relativo a sus aspectos sociales como tampoco los asuntos públicos sobre la cultura.

Esto tiene sus causas: el trabajo cultural en general no es una actividad profesional. Muchos de los creadores, alternan su actividad con otras profesiones. Y algunos que han decidido hacerla como actividad profesional son marginales. La estructura pública no obedece a un desarrollo de la actividad como tal, sino como corolario de la ganancia que en otras latitudes ha hecho el movimiento cultural. De allí que la actividad cultural publica no tenga otro piso que la formalidad burocrática sin sentirse presionada o exigida por las necesidades, perspectivas y expectativas del sector. Cultura es, el imaginario del gobernante de turno.

D. ¿Cómo ve la situación actual de los trabajadores de la cultura? ¿Cuál es su opinión sobre la ley 133 y la forma como con ella se desconoce el derecho a la seguridad social y pensión para los artistas y gestores culturales? ¿Qué piensa sobre la ley de espectáculos, la cual subvenciona los de las grandes promotoras extranjeras mientras le pone infinidad de requisitos a las nacionales? Qué piensa sobre la tercerización del sector y la falta de capacitación que se le ofrece, no solo a los actores, sino a los artistas en general?

PT. Por mi insularidad actual desconozco la situación de algunas de las regiones del país. Pero en cierta forma, puedo hablar con conocimiento de causa sobre la situación en el Cauca, y por supuesto, sobre algunas de las situaciones que se viven a partir de lo que denominan “políticas públicas culturales” que nos afectan a todos y que nos afectarán.

El año pasado nos unimos a las voces de alerta que desde Pasto nos llegaron con ocasión de la inconformidad existente en esa región ante las ejecutorias del Ministerio de Cultura, ante las injusticias que se fraguaban en torno a la Seguridad Social del Artista en nuestro país y ante el estado calamitoso de la instituciones artísticas y culturales en Cali.

Por supuesto que no desconocíamos el acontecer nacional e internacional pero como es una verdad de a puño, la acción cultural de las agrupaciones se concentró en las expectativas e institucionalizaciones que se promocionaron con la creación del Ministerio de Cultura en Colombia, con los vientos renovadores que parecían significar los pronunciamientos de la Unesco sobre la pluriculturidad y la diversidad, y en general con los vientos huracanados de la posmodernidad.

Entonces todo el gremialismo, los proyectos sociales, las utopías pasaron a buen recaudo para dar paso al industrialismo cultural, al lobby, al acting y demás plataformas de la nueva era, al supraestatalismo.

Así que recibimos con beneplácito esa voz de alerta, e inmediatamente sumamos nuestra solidaridad y acompañamiento, propiciándonos como anfitriones del I encuentro (2014) para robustecer la acción regional y nacional, del suroccidente del país, para acompañar la comisión que visitó al ponente en el Senado, e igualmente para propiciar el II encuentro (2015), y los que sean necesarios. Nuestra ubicación equidistante, facilita el acercamiento. Y no tenemos que pedirle permiso a nadie para realizarlas. Ni espejismos que nos obnubilen.

Claro que, realizar una acción conjunta, actualmente, no es fácil.

Después de la alborada esperanzadora de los 90 con la expectativa creada por las posibilidades de acceso a la información, que por demás ni siquiera alcanzó a completar una década, el fin y principio de siglo han venido a esclarecer el avasallamiento que significan la lucha por los mercados a nivel internacional y que han reeditado para nuestros países su posicionamiento como proveedores de materias primas y como patios traseros del desarrollo monopólico, aún más avasallador.

No solo nos hemos visto afectados en el acorralamiento de las culturas propias, en el aniquilamiento de la diversidad lingüística, sino en la homogeneización de la expresividad, como bien tú lo señalas. El monopolio sobre los medios, es, obviamente, monopolio sobre la distribución, y el establecimiento de garantías para la maximización de ganancias, reduciendo las posibilidades para los productos y aún más para los creadores nativos. Se me hace singular que en el 2008, una ley, la 1185, se haya apresurado a legislar sobre los productos culturales, dejando en el cuarto de San Alejo, lo que para cualquiera sería impostergable: la protección de los productores.

Digo, para cualquiera que tenga, como se dice, dolor de patria y amor por lo suyo. Las garantías tributarias, la salvaguarda de las ganancias para su libre exportación, la cada día más asfixiante preservación de espacios para los productos y productores extranjeros son apabullantes, incluyendo todo aquello que de primera mano parecería como proteccionismo, se convierte por ley y fuerza en espada de Damocles para los artistas y creadores nacionales: la ley de espectáculos públicos, verbigracia.

Y para cualquiera, que tenga dolor de patria, amor por lo suyo, y un poco de orgullo, resultaría y resulta miserable, vergonzoso, acojonante, que se pretenda reducir la seguridad social del artista a pordiosería oficial.

Como te decía no es fácil deshacer lo desandado. Ni enfrentar estas deleznables políticas. Como tampoco es fácil, reagrupar las fuerzas, animarlas, establecer propósitos comunes. La vieja guardia puede ya estar cansada, o creer (Oh irrisión) que su tiempo pasado fue tiempo mejor, o pueda estar contenta con los pocos avances logrados, o bien pueden pesar los resquemores por el abatimiento, por la siempre presente lisonja palaciega.

Sobre todo con y en el teatro, que había sido el movimiento cultural más enérgico a lo ancho y largo de la geografía nacional, por la clarividencia de sus líderes, por su capacidad de movilización, por su sensibilidad social, por su dinámica y por todo su generoso despliegue en la democratización de la cultura, en la segunda mitad del siglo XX.

D. Después del II Encuentro del suroccidente, ¿cómo ve la realización del próximo, programado en el Quindío del 29 al 31 de mayo, y en el que participarán además, Huila, Tolima, Risaralda, Caldas y Boyacá?  Sabemos que se continuará discutiendo, entre otras, la problemática general cultural, el rechazo a la ley 133, así como la falta de estímulos al sector. Así mismo, estamos enterados de que piensan programar un festival teatral del suroccidente, donde se intercambien experiencias entre los grupos, y se incremente la participación del público. Cuáles son sus aspiraciones y preocupaciones para dicho encuentro?

PT. Es un propósito leal, un reto, y una esperanza sustancial para ampliar la audiencia. Aunque no sea notorio todavía, se han ido forjando, diversos tejidos sociales teatrales de suma trascendencia: la red de teatros en el Quindío, las comunidades teatrales  en el Valle, el colectivo de Pasto, los Campamentos itinerantes del Cauca. Es una nueva generación de teatristas, que sin aspavientos puede remozar la vieja dirigencia teatral o que bien puede acompañarla para retomar nuevos aires y emprender las acciones necesarias no solo para la dignificación teatral.

En la agenda hemos considerado sustancial que los nuevos líderes y colectivos rehagan el hilo histórico, que puedan formarse y comprender para lo que haya menester las encrucijadas de la sociedad actual.

Esperamos que entre todos, podamos animar el viejo anhelo del Festival de Teatro, por lo menos con carácter regional. Un Festival para el reconocimiento, para el intercambio, para explayar los nuevos lenguajes comunicativos, que se distancie en todo y por todo con los eventos de la industria cultural, del consumismo o el exhibicionismo

Muchas gracias.

 

Entrevista realizada por el Comité de Redacción de Deslinde Cultural.  Marzo 18 de 2015.

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