El Informe Echavarría
Explicaba Monseñor José Luis Serna en las movilizaciones cafeteras de los 90, para ilustrar lo que ocurría con la Federación y sus directivos: ‘que el cura sea malo no significa que se debe quemar la iglesia’. En contravía a este razonamiento, aprovechando la crisis y el merecido descrédito de los directivos de Federecafé, el Informe del Dr. Echavarría propone desmontar la institucionalidad.
Pero la historia de la humanidad enseña que en las relaciones económicas producción-comercialización, el comercializador tiene ventaja. Pocos le pueden comprar a muchos porque tienen más capital y son mejores clientes o socios de los bancos. En respuesta los productores se organizan y asocian; con esa lógica fue creada la Federación de cafeteros.
Este informe ansía dejar a 550 mil familias cafeteras y a los comercializadores nacionales en igual condición con Nestlé y Kraft Foods. Desproteger más al cafetero y arrojarlo al mercado donde quiebran los demás productores agrarios, y a la jauría bursátil. Ya Carlos Lleras Restrepo explicó cómo el mercado del café es un negocio donde predomina la oferta sobre la demanda y los intermediarios llevan la ventaja sobre la variable principal, el precio. Acá acabaron al puñado de hacendados y exportadores nacionales que tenían hegemonía en la comercialización externa a finales del siglo 19 y comienzos del 20. Ver “Principio y fin de la utopía de Sinforoso Ocampo y compañía” (Aurelio Suarez. 1996); reseña la bancarrota de los Jaramillo Ochoa, los Angel y Ocampo, eran financiados por casas comerciales extranjeras. La solución floreció con el Fondo Nacional del Café.
Atiza el Informe una contradicción artificial entre subsidios y bienes públicos. Rechaza el PIC, lo más aproximado actualmente a precio de sustentación, que ha introducido a la economía del eje cafetero cerca de $200 mil millones; pero promueven los robustas con recursos estatales. Erra al conjugar variables cafeteras como los arábicos mecanizados de Brasil con las laderas minifundistas de Colombia, o la subsidiada y veinteañera caficultura vietnamita, con costos por mano de obra a mitad de la colombiana -de costos crecientes y rentabilidad decreciente- y caficultura de un siglo ¿error involuntario?. Saben que son exigencias del TLC frente al tema (http://bit.ly/1B8Z9Sw), podían presentarlo quienes gobiernan a Colombia y defienden ese modelo, sin pagar $1.800 millones.
En síntesis el Informe Echavarría atiende necesidades de las comercializadoras transnacionales. Luego la garantía de compra mediante las cooperativas y las exportaciones con apalancamiento financiero del Fondo, exigen defender la institucionalidad. Sin duda urgen cambios, estos deben empezar por lograr que el productor gane más en la cadena.