Las ondas gravitacionales
Guillermo Guevara Pardo
Sin duda alguna la noticia científica del año es el descubrimiento de las llamadas ondas gravitacionales, trabajo que tal vez signifique, más temprano que tarde, un premio Nobel de Física para los autores (teóricos o experimentales) de tan sorprendente investigación. Estamos familiarizados en la vida cotidiana con diversos fenómenos de naturaleza ondulatoria: la luz, el sonido, la radio, la televisión, los rayos X, el calor, etcétera. Las ondas gravitacionales son de una naturaleza muy diferente a las de los ejemplos anteriores. Su existencia fue predicha en 1916 por Albert Einstein, (que las consideró únicamente como un elemento matemático y por lo tanto sin posibilidad de existir en el mundo real), como una consecuencia lógica la Teoría de la Relatividad General, teoría física que explica la gravedad de una manera diferente a como siglos atrás lo había hecho Isaac Newton. En la concepción einsteniana el espacio y el tiempo son entidades dinámicas, que tienen la posibilidad de estirarse, encogerse; carecen del carácter absoluto, inmutable que poseen en la hipó- tesis newtoniana. Esto no significa que la vieja teoría del genio de Woolsthorpe (Newton) haya perdido vigencia frente a la del genio de Ulm (Einstein): la del inglés pasó a convertirse en un caso especial de la del alemán.
El movimiento de un cuerpo masivo deforma el entramado del espacio-tiempo generando el fenómeno de la gravedad; además de eso, produce unas ondulaciones muy sutiles que se desplazan a la velocidad de la luz. Algo parecido a las ondas que se forman cuando una piedra altera la calma de una superficie de agua en un estanque. Las ondas gravitacionales son muy débiles, pues la fuerza de gravedad es la más débil de las cuatro fuerzas que gobiernan el comportamiento de la materia en el universo. Las otras tres fuerzas son la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte. Durante 100 años no hubo la tecnología suficientemente sensible para detectar las arrugas del espacio-tiempo. Aunque ya se tenían pruebas indirectas de su existencia desde 1974 cuando se estudió el movimiento de dos estrellas de neutrones que giraban con vértigo cósmico, una alrededor de la otra. Trabajo que en su momento fue laureado con el premio Nobel. Faltaba encontrarlas, demostrar la realidad de su existencia. En los asuntos de la explicación de los fenómenos naturales, la ciencia no es un punto de vista más, ¡es el punto de vista!
Las ondas gravitacionales recién descubiertas se detectaron en septiembre de 2015. Ellas se emitieron cuando dos agujeros negros, uno de 36 masas solares y el otro de 29, situados a una distancia de la SUCESOS Y TENDENCIAS Tierra de 1.300 millones de años luz, se fusionaron con violencia inimaginable para dar origen a otro de 62 masas solares. Eso significa que el brutal choque liberó en décimas de segundo una cantidad de energía equivalente a 3 masas solares, energía que se propagó en forma de ondas gravitacionales. Dichas ondas viajaron por la inmensidad del cosmos durante 1.300 millones de años hasta alcanzar los muy sensibles detectores del Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales (en inglés, LIGO) separados por 3.000 kilómetros de distancia: uno localizado en Livingston (Lousiana) y otro en Hansford (Estado de Washington). Para comparar: las ondas de luz gastan aproximadamente ocho minutos en cubrir la distancia que hay ente el Sol y la Tierra, que es de unos 150 millones de kilómetros. Otros observatorios situados en Alemania, Italia y Japón también lo estaban intentando desde 2002, pero no lograron detectar nada. Se quedaron sin el premio mayor. El experimento estuvo liderado por los prestigiosos institutos tecnológicos de California (Caltech) y Massachusetts (MIT), en un gigantesco proyecto donde participaron 1000 científicos de 15 países.
Este descubrimiento abre una ventana completamente nueva para escudriñar el universo: la astronomía de ondas cósmicas, pues hasta ahora las esferas celestes se habían venido estudiado con ondas electromágneticas. La novedosa astronomía llevará indudablemente a conocer aspectos insospechados de la organización de la materia como son los agujeros negros, la historia de los primeros momentos de la evolución del universo, quizás adentrarnos en la naturaleza de la materia y energía oscuras, detectar los elusivos gravitones (las partículas de la gravitación) y de pronto, una vía para alcanzar la ansiada unificación de las dos grandes teorías físicas: la mecánica cuántica y la relatividad. Tan admirable avance en investigación básica se lleva a cabo en países donde la ciencia goza de cabal salud, mientras en el nuestro la ciencia languidece en medio del total abandono estatal.