Home Destacados LA COSTA ATLÁNTICA EN EL PEOR DE LOS MUNDOS

Carmelo Chamorro Espriella, cchamorroespriella@gmail.com / Cedetrabajo-Sucre 30-julio-2014

Al Caribe colombiano se le vinieron las siete plagas de Egipto. A la barbarie paramilitar que sufrió con la secuela de las desapariciones y el desplazamiento forzado de comunidades enteras; a la quiebra de su agro y de su industria por el modelo neoliberal impuesto desde los tiempos de Cesar Gaviria y continuado por los gobiernos subsiguientes; al secular atraso cultural y a los altos índices de necesidades básicas insatisfechas de la población costeña; al desempleo galopante; a la degradación de la conciencia ciudadana que produce el hecho de que a los pobres los compran por libras cada que hay elecciones – porque el hambre tiene cara de perro – para apuntalar a los caciques electorales, la tragicomedia de las víctimas votando por sus verdugos; y a la disparada de la delincuencia común…, a todo esto, se suma ahora la tremenda sequía, el verano prolongado generado por el fenómeno del Niño que arruina a agricultores y ganaderos, sin que se vislumbren soluciones de fondo por parte del gobierno nacional, en buena parte responsable de estos desastres.

La Costa era,  antes de la irrupción del neoliberalismo, una región donde se trabajaba en paz y  las contradicciones se resolvían sin violencia. Barranquilla, “La puerta de oro de Colombia”; Cartagena “Patrimonio intangible de la humanidad”; Santa Marta “La bahía más hermosa de América”, ciudades pujantes,  con fuerte industria y comercio,  burguesía industrial y obreros organizados. Las tres perlas eran además centros turísticos de primer orden,  por la belleza del entorno, la hospitalidad ancestral del costeño,  la seguridad y confort brindados al visitante. Había trabajo formal y bajo  desempleo. Por supuesto estaban presentes la agricultura y la ganadería extensivas,  el latifundismo, el poder terrateniente, el gamonalismo, el caciquismo como expresiones políticas. No obstante, había producción, con opresión terrateniente y todo, pero había una economía campesina. Pobreza  sí, pero no miseria.

Con el neoliberalismo el cuadro  empeora: se quiebran las industrias, se privatiza todo, se encarece el costo de la vida, se liquida la economía campesina, se exacerba la subterránea, se disparan la desigualdad, el desempleo y la miseria. De  otros lares irrumpe  la violencia paraca sostén de una clase emergente o parapolítica que utiliza el terror como medio para el despojo y el manejo del poder plutocrático, sostenida con dineros non santos, “mermeladas”, contribuciones de las compañías extractivas asentadas ya en la región, responsables del agravamiento del Niño y de la Niña, de las olas invernales y los desastrosas sequías,   que se llevan nuestros recursos y nos dejan la tierra arrasada, polución ambiental, descomposición social, miseria.

Los miles de costeños que apuntalaron con su voto la reelección de este modelo deben estar hoy en día muy arrepentidos.

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