Home ACTUALIDAD De los salarios, la desigualdad y otros demonios

Amaury Núñez, La Silla Vacía, Medellín, julio 25 de 2016

Según un estudio reciente de la OCDE, Colombia es el segundo país donde su gente trabaja más, con 2.496 horas al año. Muy lejos de países como España, Reino Unido o Chile, que registran 1.691, 1.674, y 1988 horas anuales respectivamente, y precisa que entre más desarrollado el país, menos horas laborales emplea un trabajador al año.

Los trabajadores colombianos han cargado con el kilaje dejado por las cifras negativas de la economía. Desde los 90 se han aprobado políticas para degradar sus condiciones de trabajo; se legisló contra la retroactividad de las cesantías y la estabilidad laboral; se establecieron las pensiones como una especie de seguro de entierro con el aumento de la edad, la reducción del monto y el incremento de los aportes de los trabajadores, todo para crearle al capital financiero de los fondos privados un jugoso negocio. El Estado se quedó con los pensionados y los fondos privados con los cotizantes, donde según Salomón Kalmanovitz (El Espectador, 17/07/2016), el valor de una mesada es 60% inferior que en Colpensiones.

Colombia es el segundo país con más trabajadores laborando por encima de las 50 horas semanales (el 30,9%), únicamente superado por Turquía (40,4%). En los mismos casos citados arriba, España registra el 11, Reino Unido el 14,7 y Chile 17% (OECD Employment Database, 2014).

A ello se suman todos los intentos por descargar impuestos a los pensionados, la eliminación de la mesada catorce y el empecinamiento por acabar con los regímenes especiales e imponer pensiones por debajo del salario mínimo, ignorando un hecho económico fundamental demostrado en el mundo entero: ninguna baja salarial es capaz de compensar las diferencias de competitividad existentes entre Colombia y los países que producen más barato en el exterior. La política económica minó la capacidad de compra nacional: las importaciones que arruinan la industria y el agro, la disminución de la actividad estatal en casi todos los sectores de la economía y la consecuente destrucción de la riqueza nacional sustituida por deuda externa e inversión foránea.

Y no ha sido prioridad económica adelantar políticas con soluciones a la distribución. La desigualdad por los ingresos (capital y trabajo) una vez más lo confirma. El 10% de los más ricos se hacen con la mitad de los ingresos (el 1% más rico con el 20%, el 9 con el 30% de los ingresos); y el 50% de los más pobres se hacen con el 12% de los ingresos. Al 40% del medio le corresponde el 38% (Suárez, Aurelio: 2015). Esto sin contar las desigualdades de ingreso más agudas por sectores económicos, grupos ocupacionales, género, edad y regiones del país

Todo como un ejercicio de suma cero: lo que unos pierden otros lo ganan. ¿Será coincidencia que en Colombia se trabaje más y se gane menos? ¿No es natural que ocurra cuando se quiebra el aparato productivo industrial y agropecuario? Si miramos cual ha sido el ajuste real del salario mínimo en los últimos años, encontramos que mientras en los años 2014 y 2015 tuvo una ganancia respecto a la inflación de 2,98 y 0,84%, para el año 2016 la relación fue de -0,27%.

No hay esperanza de que la economía reaccione si se siguen aplicando las mismas políticas que produjeron su desastre. El neoliberalismo, presentado en los 70 del siglo pasado como la tabla de salvación económica cual redentora de los países desarrollados, es la única “cura” que ha creado su propia enfermedad.

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