“Mi compromiso es esforzarme por mantener el rumbo del Polo”
Jorge Enrique Robledo ha sido calificado reiteradamente por diferentes medios y en distintas encuestas como el mejor Senador del país. Vehemente y radical en sus posiciones, ha sido al mismo tiempo protagonista de numerosos debates en los cuales ha coincidido con voceros de las más variadas tendencias y ha liderado la propuesta de una unidad más allá de la izquierda en torno a un programa nacionalista y democrático. Deslinde
Deslinde: ¿Por qué dice que el de Santos es uno de los peores gobiernos de la historia?
Jorge Enrique Robledo: Santos va en el pelotón puntero en la competencia por ganar el título de peor presidente de la historia de Colombia. Hay asuntos en los que ya se ha ganado la medalla de oro. La política agraria de Santos, por ejemplo, es la más retardataria que se ha visto. Nadie se había atrevido a tanto. El propio Álvaro Uribe en su momento dijo que él no se atrevía a presentar las reformas legales que Santos si ha presentado, lo que los colombianos llamamos Ley Urrutia o Urrutia-Lizarralde, en sus varias versiones, normas diseñadas para legalizar las ilegalidades en la Altillanura, arrebatarle al campesinado los derechos constitucionales que hoy tiene sobre las tierras baldías del Estado, promover una mayor concentración de la tierra rural y a favor de las trasnacionales y convertir a los campesinos propietarios de tierras en una especie de siervos del siglo XXI, de empresas como Cargill o Indupalma.
D: ¿Hay más ejemplos de Santos superando a los que usted llama sus competidores por el título del peor Presidente?
J.E.R.: Nadie, como Santos, se había atrevido a poner a las Fuerzas Armadas de Colombia a actuar bajo las órdenes de la OTAN, instrumento del colonialismo norteamericano y europeo. El Almirante Jonathan Greenert, Jefe de Operaciones Navales de Estados Unidos, anunció que pronto zarpará el primer buque de guerra colombiano a servir bajo el mando de la OTAN en el cuerno de África. Y el 6 de agosto pasado, este gobierno firmó un tratado militar con la Unión Europea, diseñado para poner tropas colombianas al servicio de oficiales europeos en escenarios de guerra del interés de esa asociación de países.
D: ¿Pero hay notas en la prensa y en los discursos del gobierno que muestran a las políticas de Santos como novedosas?
J.E.R.: Son peor de lo mismo. Ahí está el Plan de Desarrollo, una colección de reformas legales para profundizar las políticas neoliberales, cuyo trámite se hace violando principios elementales de la democracia legislativa que generará más sufrimientos al pueblo colombiano. A Santos, al igual que a sus competidores por el título por ser el peor presidente desde 1990, le es inherente la sujeción a las fórmulas del Consenso de Washington, del FMI y de sus pares, incluida la OCDE, sometimiento a esta última que puede ser más dañino que la suma de los TLC, porque Colombia ni siquiera ingresa a ella como producto de una negociación sino de una adhesión a cuanta política hayan creado en su interés y en el de sus trasnacionales, Estados Unidos y los otros países de mayor desarrollo económico. La OCDE es una creación, para defender sus exclusivos intereses, de Estados Unidos y los otros países ricos, a la que también pueden entrar los pobres, pero si llegan a actuar como siervos, porque las llamadas “buenas prácticas” que defiende son las que les sirven a las trasnacionales, como lo ha sufrido en carne propia Grecia, doloroso ejemplo de lo que puede pasarle a Colombia. Entonces, es gravísimo que Santos, aceptara pagar el ingreso de Colombia a la OCDE, aceptándoles 230 exigencias y que Simón Gaviria anunciara que 136 de ellas van en el Plan de Desarrollo.
D: ¿Cree que el Polo Democrático tiene algo que apoyarle al gobierno de Santos?
J.E.R.: Digamos que todos los gobiernos hacen alguna cosa útil. El colmo sería que no hicieran nada, cero, y dilapidaran cada centavo de los centenares de billones que se gastan. Siempre ponen un bombillo, hacen una carretera, construyen una escuela, etc. Esa no es la discusión. Cuando se evalúa a un gobierno se hace sobre sus políticas medulares, en relación con las cuales, exceptuando el proceso de paz, no tenemos nada que respaldar al de Juan Manuel Santos, así como tampoco hubo qué respaldarle a los de Uribe, Pastrana, Samper, Gaviria, etcétera.
D: A usted lo acusan de no apoyar el proceso de paz.
J.E.R.: Esa es una mentira santista, ante su incapacidad para rebatir mis argumentos. Que muestren una sola palabra mía contra ese proceso. En contraste, hay incontables declaraciones mías respaldándolo. Además, sobre la violencia en Colombia, el programa del Polo, que yo firmé, dice no a la lucha armada y sí a la búsqueda de una paz negociada. Y cómo puedo estar contra de la búsqueda de la paz si llevo toda mi vida política, en el MOIR, desde que era un joven estudiante universitario, clamando para que en Colombia no se use la violencia para tratar las diferencias económicas, sociales y políticas, entre otras razones, porque me nos hechos violentos facilitarán la lucha por el cambio que necesita Colombia.
Luego, respaldo la idea de que esas armas desaparezcan y que quienes las empuñan puedan reintegrarse a la vida civil. Pero una cosa es respaldar el proceso de paz y otra bien diferente, es volverme santista, facilitarle a Santos que lo utilice para desarmar política e ideológicamente al Polo, a la izquierda democrática y a los colombianos, de manera que se perpetúen las malas políticas y el país se quede sin quien promueva y dirija el cambio que requiere Colombia. Aunque nadie sabe bien qué significa el postconflicto, creo que cualquier idea al respecto debe incluir que en ese período también resulta fundamental evitar que el Polo se vuelva santista. No lograrlo sería un desastre nacional.
D: ¿Qué opinión tiene de la reciente propuesta de César Gaviria sobre la búsqueda de la paz en Colombia?
J.E.R.: El mismo día en que se presentó, mediante un trino, opiné que esa propuesta avanzaba en una dirección correcta. Señalo algunos aspectos que me parecen claves como criterios para el éxito del proceso. Propone llegar a definiciones de justicia transicional que cubran a todos los que, sin excepción, han violado la ley en el marco del fenómeno de violencia que martiriza a Colombia. Plantea encontrar las formas necesarias para impedir que se pueda dar marcha atrás a las decisiones legales que se construyan para la superación del fenómeno. Y señala que la justicia internacional no puede impedir que los colombianos, dentro de los principios de la soberanía nacional y la justicia transicional, le encontremos la mejor solución posible a un problema tan complejo como este.
D: ¿Por qué tanto coqueteo de Santos y el santismo hacia el Polo?
JER: Es evidente y descarado, el propósito de Santos de cooptar al Polo y a los demás sectores que no son parte de la Unidad Nacional. Para preparar el terreno de la cooptación, ocurren cosas hasta ridículas como que la revista Semana fue capaz de presentar a Santos como el jefe de la “nueva izquierda” colombiana. Y hay confusión. Hay opiniones que llaman a pensar en el ingreso al gobierno de Santos una vez se firme el proceso de paz. ¿Se imagina a donde llegarían las decisiones contra el interés nacional si Santos se quedara sin opositores?
D: ¿Cómo cree que debe actuar el Polo en la política colombiana?
JER: El Polo debe seguir haciendo lo que hicimos en el primer gobierno de Santos y en los dos de Uribe: oposición, como la de los actuales congresistas y la de los polistas que en todo el país luchan por una Colombia democrática de verdad. El Polo se creó como una alternativa a los partidos de la tradición liberal-conservadora, sin importar cómo se llamen ahora. Si rerenunciamos a eso, ¿para qué Polo? Además el Polo debe respaldar cada reclamo democrático de los colombianos más pobres del campo y la ciudad, de las clases medias urbanas y rurales y del empresariado que lucha por el progreso del país, todo en el marco de nuestro programa, el Ideario de Unidad que no se propone acabar con la propiedad privada ni estatizar la economía, pero sí plantea cambios profundos en el modelo económico, social y político implantado en el país y cuyo fracaso es evidente. En resumen, defiendo un Polo muy amplio en sus concepciones, en el que caben casi todos los colombianos, pero también consecuente y coherente, que no se doblega ante las malas políticas, que no renuncia a sus convicciones.
D: Usted ha dicho que para las próximas elecciones el Polo debe ser ni-ni. ¿Eso qué quiere decir?
JER: El Polo ni-ni significa ni santista ni uribista, ni con los partidos de la Unidad Nacional ni con el Centro democrático. Detallo: Primero. El Polo debe promover convergencias programáticas con otros sectores políticos, sociales y gremiales en las elecciones para alcaldías y gobernaciones. Segundo. Esos acuerdos no pueden ser ni con los partidos de la Unidad Nacional ni con el Centro Democrático, por la sencilla razón de que las diferencias son tantas que no es posible unirnos con ellos, salvo que en la práctica entreguemos nuestras convicciones, es decir, que renunciemos a nuestra razón de ser. Y, tercero, nuestros candidatos pueden y deben hacer sus campañas ganando los votos, primero y como es obvio, de los polistas y los sectores alternativos con los que se hagan acuerdos, pero también de los ciudadanos que no tienen partido o que han votado o militan en otros partidos con los que no podemos acordarnos, pues al fin y al cabo buena parte de la lucha polista es por ganarse a las personas que, confundidas, respaldan propuestas que no son las que ni ellos ni el país necesitan. Se trata, entonces, de una propuesta de gran amplitud, en la que caben casi todos los colombianos, profundamente democrática, en nada sectaria ni dogmática, pero que, al mismo tiempo, es coherente al preservar el programa y la naturaleza del Polo. Me oriento por una de las mejores frases síntesis de Carlos Gaviria: “por un Polo sin sectarismos y sin ambigüedades”.
D: El 19 de abril de 2015, el Polo Democrático celebra sus elecciones internas, usted es candidato en esas elecciones. ¿Cómo es el desarrollo de ese proceso y qué es lo que está discutiéndose en el marco de esas elecciones?
J.E.R.: El próximo 19 de abril, habrá listas nacionales y departamentales para elegir los 756 delegados al IV Congreso del Polo que sesionará en mayo. Ese Congreso será de gran importancia, porque definirá la orientación del partido y su jefatura, entre otras cosas. Encabezaré una lista nacional y unas regionales vinculadas a la mía, pero habrá otras de las diferentes tendencias que conforman al Polo. Mi compromiso es seguir siendo el mismo que el país ya conoce y esforzarme por mantener el rumbo del Polo, que en la práctica ha sido un Polo ni-ni, porque aun cuando entre Santos y Uribe, y los dirigentes que los rodean, existen ciertas diferencias, en lo fundamental son iguales, en el sentido determinante de que defienden los mismos intereses, intereses que no son los del progreso de Colombia.
D: En América Latina han surgido gobiernos alternativos, ¿cómo los evalúa?
J.E.R.: Esos gobiernos son expresiones de la resistencia a unos regímenes inicuos, a las políticas del Consenso de Washington y de los TLC, a las privatizaciones, al FMI y a la OCDE, en resumen a la dominación de Estados Unidos. Expresan la resistencia democrática ciudadana a todo lo que ha impedido que América Latina salga de la vergüenza de ser un continente muy atrasado y con las peores desigualdades sociales del mundo. Pero cada uno de ellos es un caso particular y hay que analizarlos uno por uno. Se puede coincidir en unos aspectos y en otros no. Y no hay que perder de vista una idea clave, a mi juicio irrenunciable: cada nación tienen el derecho de determinar sus destino sin injerencias extranjeras y cada transformación nacional de signo democrático debe ser particular, acorde con las realidades de cada nación, como deberá ocurrir en Colombia cuando iniciemos la transformación que se necesita.
D: ¿Qué plantea el Polo Democrático para alcanzar la transformación de la que Usted habla?
J.E.R.: Si se mira el programa del Polo, creo que hay cuatro ideas rectoras. Primero, defender la producción industrial y agropecuaria de todos los tipos, incluida la empresarial, que también es base del desarrollo tecnológico, el empleo y los salarios. Segundo defender el trabajo en su acepción más amplia, es decir, como todo lo relativo al bienestar del pueblo y las clases medias: empleos, salarios, pensiones, salud, educación, medio ambiente, etc. Tercero, defender la democracia, es decir, el trámite civilizado y pacífico de las controversias y repudiar la corrupción y todas las formas de fraude electoral y clientelismo. Y cuarto, defender que el país se relacione de la forma más amplia con todos los demás países, pero a partir de criterios de soberanía nacional y beneficio recíproco.
D: Usted ha denunciado el clientelismo como una política de Estado…
J.E.R.: He demostrado con citas de conocidos ideólogos neoliberales, como Rudolf Holmes, Alejandro Gaviria y Guillermo Perry que el clientelismo no es una aberración excepcional en los partidos tradicionales de la derecha colombiana, sino una constante y la propia base de su poder. Ellos han explicado que hace 50 años el liberalismo y el conservatismo hicieron un pacto para hacer la política mediante el clientelismo, es decir, con el abuso del poder burocrático y los recursos públicos, para crear combos de favorecidos y así ganar las elecciones sin tener que recurrir, como criterio de aplicación general, al debate político, práctica que terminó incluyendo las más descaradas formas de corrupción y compra de votos. En su cinismo, defienden la corrupción clientelista porque con ella derrotan a lo que llaman el “populismo”, que no es otra cosa que lo que contradiga las políticas contrarias al progreso del país que determinen en Washington y que les sirven a unos pocos colombianos. De ahí que no sea sorprendente que Santos pueda defender con tanto cinismo el uso de la llamada ´mermelada´, como llaman ahora la plata del Estado que se usa en la corrupción y el clientelismo, y que esa desfachatez sea aplaudida o justificada por el común de los formadores de opinión del establecimiento. Y en este gobierno es notorio el objetivo de cooptar con mermelada incluso a las fuerzas tradicionalmente opuestas al régimen.
D: ¿Cómo está viendo la situación económica del País?
J.E.R.: Mal y empeorando. Cesaron los factores que le permitieron a Colombia salir de la primera crisis provocada por el libre comercio, la de 1999, que le estalló a Pastrana como resultado de la apertura económica de César Gaviria. Porque, como era inevitable, se hundieron los precios del petróleo y del resto de la minería, bonanza que si bien movió la economía lo hizo concentrando aún más la riqueza y profundizando el neoliberalismo. Tanto afecta al país la crisis minera, que el gobierno tuvo que reducir en 90 billones de pesos las cuentas alegres del Plan de Desarrollo. Viene menor crecimiento económico, agravamiento del déficit fiscal y de la cuenta corriente, mayor desempleo y pobreza, reducción de la clase media y un largo etcétera de hechos negativos.
D: Los promotores de los TLC dicen: crecimos por esa política. Y agregan que la crisis de la economía es por el ambiente internacional, ¿usted qué opina?
J.E.R.: Lo positivo de lo doloroso que ocurre, es que quedaron al desnudo las falacias que señalaron que la economía creció por el libre comercio en Colombia, cuando ello ocurrió por el aumento de las exportaciones mineras estimuladas por los altos precios de las materias primas, precios que no se incrementaron por las acciones de Uribe o de Santos, y exportaciones que no requieren de TLC para realizarse, luego en nada justificaron provocarles daños graves a la industria y al agro. Cómo serán los hechos de tozudos que el propio presidente de la ANIF, explicó que el país se había ganado la “lotería de los commodities” y había sido mal manejada. Pero lo peor está por venir. Porque hechos como un impuesto de 50 por ciento a los combustibles o el Plan de Desarrollo, demuestran que no van a modificar ni en un ápice las fórmulas del Consenso de Washington.
D: Su actual período como senador finaliza en julio de 2018, ¿cuál va a ser su labor de hoy hasta allá?
J.E.R.: Cumpliré con mis deberes en el Senado hasta el último día. Y cuando hablo de deberes me refiero principalmente a que no escogeré al peor entre Santos y Uribe para respaldar al uno o al otro. Puedo ser muy amplio en mis concepciones. Creo que no hay nadie en la izquierda colombiana que se haya relacionado con más amplitud con dirigentes de otros sectores políticos, incluso tradicionales, pero, eso sí, siempre en torno a coincidencias que no sean contrarias a las convicciones patrióticas y democráticas sobre lo que mejor le conviene al conjunto de la nación. Luego persistiré en mis esfuerzos por desnudar a Santos y su intento de utilizar el proceso de paz para destruir política e ideológicamente a la izquierda democrática, de manera que regresen los días del bipartidismo liberal-conservador, cuando se indujo a los colombianos a ver como deseable respaldar a la fracción reaccionaria que tuviera mayor capacidad de engaño.
D: ¿Y qué debe hacer el Polo Democrático en ese escenario que plantea?
J.E.R.: Además del problema de principios de este debate, cabe decir que si el Polo pica la carnada que oculta el anzuelo de las políticas santistas contra el país,
renunciaría a poder encabezar una gran convergencia nacional en 2018, porque es obvio que las mayorías nacionales no se irán detrás de quienes, por cualquier razón, hayan caído en las trampas de Santos, gobierno que para esas calendas habrá aumentado en grande su descrédito –incluso si el proceso de paz concluye con un acuerdo–, en razón de que también habrá llevado a niveles de espanto el sufrimiento de los colombianos. Y que quede constancia, por enésima vez, que este análisis no significa oponerme al proceso de paz, al que respaldo genuinamente. “Paz, sí; Santos, no”, “Polo ni-ni, ni santista ni uribista”, son las consignas.
D: Hay personas, del Polo y fuera del Polo, que lo invitan a que asuma una candidatura presidencial en el 2018…
J.E.R.: Es verdad. Con cierta frecuencia me hacen esa invitación. Personas del Polo y de fuera del Polo, militantes de izquierda democrática y colombianos que no se sienten de ese sector me invitan a lo que considero un gran honor y una gran responsabilidad. Al respecto, un par de puntos. No he tomado ninguna determinación. Para empezar, porque es muy temprano. Pero he agregado que veo con buenos ojos esa posibilidad, en el marco de tres ideas: que tenga un programa capaz de iniciar los cambios que el país necesita, que se tramite dentro del Polo y que genere una gran convergencia nacional que vaya mucho más allá del Polo y de la izquierda democrática, porque creo que podemos representar un espectro muy amplio, de manera que se le apunte a vencer y no simplemente a dejar una constancia.
D: ¿Usted cree que Colombia tiene arreglo?
J.E.R.: Soy un convencido de que Colombia sí tiene arreglo. Conozco muy bien el país, no de ahora sino desde hace muchos años. Uno de los encantos de la política es que se recorre el territorio palmo a palmo. Y veo un país de una gran extensión, dotado de grandes riquezas naturales de todo tipo, así como un pueblo trabajador, inteligente, creativo, tan bueno como el que más. Y si un país tiene estas dos riquezas, por definición sí tiene arreglo, siempre y cuando sea capaz de cambiar de la dirección del Estado a quienes lo gobiernan, como ocurre en Colombia, atrofiándole sus potencialidades. Mientras gobiernen los juanmanueles, y digo juanmanueles como un genérico para referirme a aquellos que padecemos casi que desde siempre, Colombia no tendrá arreglo, porque ni siquiera sueñan con un país de primera categoría en el concierto internacional, sino que consideran el súmmum de su genialidad organizar las cosas para que unos grupitos, en medio del atraso y la pobreza, puedan eximirse de los efectos de las decisiones que ellos mismos toman.



